domingo, 4 de agosto de 2013
Me crié en
una ciudad del sur de nuestra Argentina, casi Patagonia; mi abuelo era un Vasco
Francés, cortado por la tijera de los valores del blanco o negro, no le
gustaban las medias tintas.
Siempre me
daba consejos que en esos amaneceres de adolescente de los 70 me parecían cosas
de viejo. Hoy los atesoro como enseñanzas de vida; uno de sus favoritos era: “Muchacho
en la vida más vale sonrojarse ahora y no empalidecer después”. Y si el abuelo
Mateo era un tipo de los de antes como solemos decir, albañil de oficio pero de
los que hacían obras que aun hoy perduran como exponentes de una arquitectura
que supo ser de las mejores del mundo.
El me inicio
en el mundo del trabajo me enseño las cosas elementales que marcarían mis días hasta
hoy, de el recibí los valores fundamentales, respeto a los demás, querer el
trabajo y a través de el progresar, ser puntual, colaborar con los vecinos,
atesorar los amigos, agradecerle a dios lo que logramos y no bajar los brazos
nunca.
Como buen
hombre de campo, allí él se había hecho hombre, (otro día les contare mas) su día
comenzaba de madrugada, con algunos rituales, y estos lo acompañarían hasta el
final de sus días; tenía una plancha de hierro
para hacer churrascos Garelli, en ella ponía algunos bifecitos que acompañaban
su mate, eran su desayuno, este ritual; tenia por protagonistas: la pava, el
mate de lata enlosado la yerbera, un pan flauta comprado en la horneada de la
tarde anterior que cortada en rodajas era calentada en la plancha sobre el
juguito de los bifes ya casi listos. Luego todo se concentraba en la mesa de la
cocina. Allí se sentaba con el diario del día y en paz con el silencio de a dos
que solo el mate puede lograr, iniciaba el rito que madrugada tras madrugada lo
llevo al amanecer, ya casi adulto en la época que me toco el servicio militar
supe compartir algunos mates con el abuelo Mateo, fueron muchos amaneceres,
pero no tantos como hoy quisiera; en ellos sus comentarios de alguna noticia,
sus consejos ante alguna referencia mía a situaciones que me preocupaban hoy
son parte de mi cultura de vida.
Este fue mi
primer encuentro con él, el mate nada savia de calabazas, de yerbas de campo o
monte ni de secados barbacuá o naturales. Pero me flecho se metió en mis venas
y ya no pude dejarlo más. Recuerdos que siempre vuelven y que son parte de la
magia de cada nuevo día, el siempre me acompaña, es el compañero inseparable de
cada jornada, mi mate.
Los espero en otro apunte de yerba y mate buena semana.
Juan
Carlos Yerba.
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